
A las doce en punto del mediodía, con el sol acariciando las calles del pueblo, Villanueva de las Peras celebró su procesión del Domingo de Resurrección. Pese a la ausencia de un sacerdote, no faltó lo más importante: la firme voluntad de sus vecinos por mantener viva esta tradición.
Frente a la iglesia, como marca la costumbre, se retiró con delicadeza el manto de luto que cubría a la Virgen. Un acto simbólico que marca el paso del dolor a la alegría, de la Pasión a la Resurrección. Al vestirla con su manto de fiesta, se colocaron en sus brazos tanto al Niño Jesús, como un ramo de flores, en un gesto que añadía ternura y esperanza a la celebración.
La comitiva, integrada por vecinos de todas las edades, recorrió el camino tradicional hasta la plaza. Aunque sin liturgia formal, el pueblo acompañó a la Virgen con devoción sincera, cánticos y rezos.
Pese a que hubo detalles por pulir, lo verdaderamente importante estuvo presente: el compromiso del pueblo con su fe, sus símbolos y su identidad. En ausencia del sacerdote, los vecinos tomaron la iniciativa, unidos por el deseo común de no dejar perder una tradición tan importante.