Un cura de récords, 16 pueblos y en tiempo de pandemia 4 confinamientos y 10 pruebas con resultado negativo

Muchos de los feligreses sienten temor ante esta enfermedad que todos llaman Covid-19

Con la mochila a cuestas el sacerdote Vicente Miguélez, párroco de un total de 16 pueblos de las zonas de Vidriales y de la Carballeda, es ya un cura de récords. No sólo por las numerosas parroquias que atiende, sino también por haber superado en este tiempo de pandemia 4 confinamientos y 10 pruebas analíticas con resultado negativo todas ellas. Su cercanía en el ejercicio pastoral con los feligreses de tantas comunidades parroquiales le ha provocado estas vicisitudes, pero que en nada han mermado su compromiso.

No será porque el presbítero no sea precavido y adopte las medidas sanitarias, tanto en su recorrido por los pueblos como en las celebraciones, pero el SARS-CoV-2, este coronavirus que produce la enfermedad Covid-19, no conoce límites. El presbítero sigue con su mochila a cuestas parroquia por parroquia, por las 16, que no son pocas, haciendo kilómetros con su coche para llegar pillado de tiempo a los oficios. Y es que la agenda se completa con facilidad aunque sean pocos los parroquianos. En las barrigas de su mochilla lleva la ropa sagrada y los santos óleos, porque esto de ser religioso hay que ir preparado a cualquier lugar. Ah! y como estamos en tiempo de pandemia, el gel hidro alcohólico que no falte.

Desde Cubo de Benavente, Congosta de Vidriales y Uña de Quintana en la comarca benaventana, hasta atravesar territorio de La Carballeda en Molezuelas, Villalverde, Quintanilla de Justel, Justel, Peque, Vega del Castillo, Muelas de los Caballeros, adonde el párroco tiene su residencia, pasando por Donado y el santuario de La Virgen de la Peregrina, Donadillo, Dornillas, Gramedo, Espadañedo y Faramontanos, unas cuentas del rosario es lo que forman estos pueblos a los que acude habitualmente el pastor de almas con una más que apretada agenda.

Todo se trata por atender a sus feligreses, porque este es el compromiso adquirido que lo lleva de vocación el párroco Vicente Miguélez en una zona muy despoblada y con personas de una más que avanzada edad. El calendario de celebraciones litúrgicas está ya establecido, y eso que no venga a trastocarlo algún que otro entierro, que de eso hay bastante por la zona.

No llegan al medio millar de habitantes los feligreses de este territorio con 16 poblaciones. Claro que siempre tiene quien le presta ayuda, como los celebrantes de la Palabra. Pero, el joven párroco hace todo lo posible por visitar con no poca frecuencia a sus parroquianos. Su compromiso pastoral así lo exige. Así que la mochila no la suelta más que para decir misa.

Es precisamente en las celebraciones eucarísticas donde la pandemia está haciendo más mella. La presencia se ve reducida y no sólo por la adopción de medidas sanitarias como el distanciamiento, que las iglesias no se llenan, no. Que hay bancos de sobra para todos los feligreses. Todo lo contrario, porque hay miedo. Eso es lo que percibe el párroco y así se le expresan muchos vecinos.

Y es que este párroco ha llegado a estar confinado en cuatro ocasiones debido a los contactos con positivos. Como consecuencia ha tenido que hacerse un total de 10 pruebas y todas ellas con resultados negativos. El ánimo que no falte, al igual que la mochila viajera.

La situación de la pandemia ha llegado, en esta tierra con zonas de sombra para las conexiones por internet, a tener que utilizar las herramientas tecnológicas como el whatsapp, esa aplicación de móvil que le ha permitido a sus feligreses tener a su propio párroco diciendo misa en cada una de las casas. Y ello, gracias al teléfono móvil. No poca gente de avanzada edad le ha cogido el gustillo a eso del «guasap». Y es que gusta más oir la voz de su párroco que la de un desconocido diciendo misa por la tele.

Y el párroco Vicente Miguélez, don Vicente para muchos de sus feligreses, a pesar de la pandemia, no cesa en su ejercicio pastoral, porque es su vocación.

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