El fuego “llegó de repente”. Lo señalan vecinos de Olmillos de Castro, de Pozuelo de Tábara, de Tábara, de Escober o de San Martín entre otros. La virulencia de las llamas sorprendió a muchos zamoranos que moraban en sus casas y sorprendió también, por desgracia, al bombero forestal Daniel Gullón Vara y al pastor Victoriano Antón, víctimas del fuego a quienes todavía llora Zamora.
En Pozuelo de Tábara hubo algo más de tiempo de reacción y es que el domingo el día se convirtió en noche y la noche, de pronto, se encendió como el infierno. Los vecinos de la localidad comenzaron a ver una enorme lengua de fuego correr por sus montes y destrozarlo todo a su paso y observaron como muchos de sus vecinos de Tábara y de otros pueblos tenían que ‘hacer las maletas’ y marchar.
Tras una noche muy larga, sin apenas dormir, incluso intentando ya ayudar en lo posible, el lunes fue una auténtica pesadilla para todo Pozuelo de Tábara. Allí Paula Román y su pareja viven de la agricultura y la ganadería y como otros muchos vecinos del pueblo, tuvieron que dejar el miedo a un lado y lanzarse a sofocar las llamas sin más ayuda que la del vecino de al lado: “Si no es por los vecinos se quema la nave y se quema el pueblo”.
Las llamas volaban entre Tábara y Pozuelo y se quedaban a centímetros de la nave de cerdos que ambos tienen y es ahí donde fueron los agricultores quienes salvaron al pueblo. Quienes tenían tractores hacían todo lo que podían con sus tractores. El resto corría de lado a lado llevando agua, con azadas, con palas e, incluso, con motosierras Y es que pegando a la nave se encuentra un pinar que, en caso de haber empezado a arder, hubiera supuesto una mayor desgracia. Los vecinos talaron los pinos entre la angustia y los nervios.
Mientras los vecinos de Pozuelo de Tábara luchaban contra el fuego apenas recibieron ayuda de un operativo sobrepasado que trabajaba en demasiados frentes: “Había algunos retenes en la zona pero en ese momento no estaban trabajando. A lo largo del día yo no vi más ayuda en la zona”.
Los vecinos que no tenían tractores ayudaban como podían, con sus propias manos tiraban arena, con chaquetas intentaban ahogar el fuego mientras veían como algunos de los pequeños arroyos existentes se iban quemando.
Por la noche, quizá demasiado tarde, llegó la orden de evacuación de la que muchos agricultores y ganaderos no hicieron caso. Se quedaron defendiendo lo suyo y lo del vecino, frenando las llamas para que no acabaran con su pan de cada día, con su futuro, con su comida. Muchos vecinos, especialmente los más mayores, marcharon asustados, sin poder coger todo lo deseable y con el miedo de no volver a ver su pueblo. Los que quedaron tiraron de todo el valor posible para defender Pozuelo. La evacuación llegó cuando ya había pasado lo peor por Pozuelo y cuando el humo había disminuido aunque se hizo antes de que la gente fuera a dormir a sus casas en caso de que hubiera condiciones que hicieran empeorar la situación.
La evacuación duró unas horas, muy largas para todos los que tuvieron que dormir en Ifeza, unas horas sin apenas dormir.
La pesadilla en Pozuelo aún no ha acabado. A un paisaje totalmente negro, a una comarca de luto en sus montes, se suma el humo que todavía se ve en muchos lugares y el miedo a una reproducción en las zonas más cercanas al pueblo.
Además, los agricultores ven como los animales salvajes, necesitados de comida, huyendo del monte quemado, se acercan a los cultivos de maíz y estropean su cosecha, una situación que todos los agricultores comprenden puesto que los animales buscan sobrevivir pero que también afecta a su trabajo.
En otros pueblos como Sesnández o Escober este trabajo de los vecinos fue imposible porque las llamas avanzaron tan rápido que solo dio tiempo a desalojar: “Yo cogí alguna ropa y pastillas y quería haber cogido unas zapatillas más pero no me dio tiempo a más” señala una vecina.
Otros de los pobladores no recibieron aviso ninguno de desalojo y escaparon porque vieron las llamas al lado de casa: “Hemos salido nosotros, por nuestra cuenta, pero nadie ha pasado a avisarnos. Nadie nos ha dicho nada hasta las 3 de la mañana. Unos han ido por Tábara pero otros no han podido pasar. Yo vi el fuego y decidí ir por otro lugar”
Tampoco avisó nadie a Victoriano Antón, el pastor de Escober al que las llamas atraparon por varios frentes junto a sus ovejas y al que su hermano buscó hasta el último momento. En Escober no dio tiempo a nada, sólo viendo como las llamas lo devoraban todo.