Tintos, blancos o rosados se elaboran con las uvas recogidas en las más de 82.000 hectáreas de viñedos que se reparten por Castilla y León, una tierra de grandes vinos que «cautivan» al consumidor por la «calidad» y «singularidad», que también los sitúa en el «top» en España.
La Comunidad, donde el sector es uno de los pilares de la economía con una facturación de 1.000 millones de euros, el 3,1 por ciento del PIB regional y 33.000 empleos, 18.000 de ellos directos, agrupa a un total de 16 figuras de calidad vínicas repartidas por las nueve provincias, además de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Vino de la Tierra de Castilla y León.
Es el río Duero el que marca el carácter de la gran mayoría de estas figuras, con lo que se genera en la Comunidad un patrimonio vitinícola que se completa con el carácter atlántico de las elaboraciones de El Bierzo y la especifidad microclimática de la Sierra de Salamanca y Cebreros.
En su conjunto, los vinos de Castilla y León son el «ariete» para dar una «imagen de calidad en España y en el mundo«, tal y como destaca, en declaraciones a Europa Press, el presidente del Consejo Regulador de la DO Ribera del Duero, Enrique Pascual, quien subraya que los vinos de la Comunidad pueden decir, «con humildad, pero con orgullo», que están en el «top» de los vinos españoles.
Precisamente, la DO Ribera del Duero, la única que lleva el nombre del río, es la más extensa, con más de 26.000 hectáreas, plantadas en su mayor parte entre los 80 y principios del siglo XXI, y repartidas en las provincias de Burgos, Segovia, Soria y Valladolid.
De estos viñedos salen las uvas para elaborar sus grandes tintos, además de rosados y blancos, que brillan por el «equilibrio» entre su «gradación, acidez y tanino», incide Pascual, quien defiende así la «identidad» de los creaciones de cada una de denominaciones castellanoleonesas, que conforman un sector que «fija población y crea riqueza en el medio rural«.
Lo mismo puede decirse de otros grandes vinos que nacen en las márgenes del río Duero, como los de la DO Arlanza, que desde las tierras más elevadas de las provincias de Burgos y Palencia resalta por su tradición y origen; la DO Arribes que, entre Salamanca y Zamora, destaca por su valor paisajístico, dando lugar a unos vinos nacidos en el Parque Natural homónimo, o la DO Tierra del Vino de Zamora, que también incluye territorio salmantino en sus 585 hectáreas de viñedo.
Otras figuras vínicas de calidad en la Comunidad son la DOP Valles de Benavente, de 62 municipios del noreste de Zamora, o la DOP Valtiendas que ofrece vinos, principalmente rosados y tintos, regados por las aguas del río Duratón.
Destaca también la DO Rueda, cuyo territorio se expande por el sur de Valladolid, el oeste de Segovia y el norte de Ávila, con más de 20.000 hectáreas de viñedo donde la variedad reina es la Verdejo.
En el corazón de la depresión del Duero, esta «histórica» DO es reconocida así por sus blancos y copa la mitad de los vinos de este tipo que se venden en España, detalla al respecto el director general del Consejo Regulador de la DO, Santiago Mora, para precisar que este «éxito» provoca, además, que el consumidor demande vinos «con otro tipo de matices».
APUESTA POR LA CALIDAD
En este contexto, la DO trabaja en nuevas propuestas, como su categoría Gran Vino de Rueda, enfocado a la alta gastronomía a partir de viñedos con una antigüedad superior a los 30 años, rendimiento máximo de 6.500 kilos por hectárea y una transformación de kilos a litros del 65 por ciento.
El director general de la DO Rueda ensalza el «poder evocador» y de «generación de imagen» del sector del vino de la Comunidad: «Que se cuente con las DO y que su propio nombre llegue a todos los rincones del mundo significa una percepción de toda Castilla y León, con unos matices de singularidad y de calidad que son una bandera magnífica«.
Otra zona reconocida históricamente por sus grandes vinos es la provincia de León, donde está la DO del mismo nombre, situada al sur de la provincia, aunque también se extiende a algunos municipios de Valladolid. La uva tinta Prieto Picudo es su variedad por excelencia, con la que se elaboran maravillosos rosados y tintos, y también blancos de gran calidad a partir de la variedad Albarín Blanco. Unas propuestas en las que se percibe la «naturaleza y tradición» de Castilla y León, un territorio que crea vinos «inigualables» y cuya «relación calidad precio es espectacular».
Así lo subraya el presidente de la DO, Rafael Blanco, quien aplaude la «calidad» de los vinos «tremendamente equilibrados» que se producen en la Comunidad, la cual cuenta con «denominaciones punteras» como Ribera del Duero o Rueda, así como otras que están «empujando muy fuerte» y unas más pequeñas «con potencial enorme».
En concreto, Blanco sitúa en la «cúspide» de la pirámide de calidad a las DO ubicadas en la provincia de León, donde también está la de El Bierzo, con la uva tinta Mencía como la variedad reina, además de la Godello en el caso de las blancas.
Otra de los grandes marchamos es la DO Toro, que se despliega por una docena de municipios zamoranos y dos vallisoletanos, y cuyo nombre viaja por el mundo de la mano de la uva Tinta de Toro, variedad tempranillo adaptada a la zona que convive con otras variedades, también de rosados y blancos.
El presidente del Consejo Regulador de esta DO, Felipe Nalda, defiende los intereses de cada una de las denominaciones de la Comunidad, si bien hace hincapié en que todas ellas forman «un colectivo».
«Castilla y León es un referente. Hoy copa el número uno en el ranking de ventas en su conjunto a nivel nacional, superando a denominaciones como Rioja», apunta, para poner el foco en la importancia de este sector para afrontar el reto demográfico, una situación que también lleva al sector a considerar «vital» garantizar el relevo generacional.
Otra de las figuras vínicas de calidad de la Comunidad es la DO Cigales. Al lado mismo de la capital vallisoletana se pueden encontrar algunos de los viñedos viejos más impresionantes de la región en el marco de esta DO, que es conocida por sus rosados y claretes, pero elabora también unos magníficos tintos.
Además, completan las denominaciones de origen tradicionales la DOP Sierra de Salamanca, con la Rufete como uva más representativa, y la DOP Cebreros, que agrupa 35 pueblos de Ávila en los que conviven viñedos viejos de Garnacha Tinta y el Albillo Real.
VINOS DE PAGO
A estos sellos de calidad se unen también los Vinos de Pago, como Abadía Retuerta, amparada por la DOP homónima en la que se trabajan blancos y tintos, en el marco del paso del Duero en Valladolid. Otro es Pago de Urueña, en la comarca de Tierra de Campos vallisoletana, donde destacan los rosados y tintos envejecidos.
Vino de Pago Dehesa Peñalba, en la DOP ubicada en Villabáñez (Valladolid), en una terraza del Duero, es otra de las figuras de calidad vínicas de Castilla y León. Con sus tintos, certificados en cultivo ecológico, aportan al peso de la Comunidad en el sector vitivinícola.
Tal y como apostilla la gerente, Isabel Turrado, los vinos castellanoleoneses tienen «muchísimo protagonismo» en España y viven un momento de internacionalización, para lo que cuentan con el apoyo de las administraciones, como el que se presta desde la Junta a través del sello de garantía Tierra de Sabor.
Con este potencial el sector mira a mercados como Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, México o Suiza. Una externalización, reconocimiento y crecimiento al que también contribuyen iniciativas como los premios Zarcillo International Wine Awards, organizados por la Junta de Castilla y León desde 1991, que reúne a los mejores vinos del mundo y que celebrará su 20ª edición del 27 al 29 de mayo de 2025.