El primer día del mes de mayo se convierte en icono para muchos jóvenes. Incluidos los de la comarca de Benavente. No en vano, el rito iniciático con la colocación de los mayos por un grupo de vecinos o izada de la viga por los quintos se erige en una fiesta singular y, a la vez, tradicional.
El muñeco, monigote o pelele, que se instala en las plazas, a la vista de todo el vecindario se hace simbolismo de denuncia y reivindicación. Si en el caso de Ayoó de Vidriales el mayo sirve como muestra de apoyo al sector primario, en La Milla de Tera adopta un tono de denuncia y reivindicativo.
En La Milla de Tera, no dejan, año tras año, de colocar el mayo a la vista de todos los vecinos, junto a la iglesia. Durante todo este mes permanecerá el muñeco como pregonero del mensaje crítico. En esta ocasión, la actualidad manda, y las pretensiones del gobierno municipal del Ayuntamiento de Vega de Tera de respaldar la construcción de una planta de biogás en terrenos comunales del Ramajal de Junquera, una actuación que cuenta con un fuerte rechazo del vecindario del municipio y de la zona, ha sido el detonante de ese mensaje.
La representación de un vecino defecando en el Ramajal muestra con todo significado lo que viene denunciando buena parte del vecindario, la mierda a través de purines y demás que llegará hasta la planta de Junquera, en caso de prosperar el proyecto de la planta de biogás. Junto al señuelo del mayo aparece una pancarta con el lema del monte el Ramajal y troncos de pinos cortados recordando la reciente tala de varios de estos árboles del parque de La Milla de Tera que tenían muestras de procesionaria y el Ayuntamiento decidió talarlos, “sin valorar otras opciones”, como explicaron vecinos a este medio.
Yo pensaba que esta tradición se había perdido, muy bien por estos pueblos.