«Ahora mismo hay muchos voluntarios y efectivos militares limpiando bajos y portales, retirando coches, pero la situación es dantesca, esto no es un sueño, es una pesadilla, ya huele todo y la situación se puede convertir en un problema de salud pública». Así lo aseguraba en la mañana de este lunes 4 de noviembre un benaventano residente en la localidad valenciana de Catarroja, una de las zonas más afectadas por la devastadora DANA, cuando se cumple el sexto día de aquel fatídico martes 29 de octubre.
Son ya seis duras jornadas, casi 144 horas de incertidumbres, miedos e impotencia las que han cambiado la vida de los catarroginos y de los valencianos. En la memoria vital quedará grabada para siempre esta terrorífica DANA (depresión aislada en niveles altos). A este prolongado y azaroso túnel no se le ve la salida tan fácil, pero se vislumbra una esperanza impregnada de solidaridad.
Se te hiela la sangre, nunca pensé que viviría algo así
Jesús Criado reside con su mujer, María Goretti, desde hace 10 años en Catarroja, a siete kilómetros de Valencia, y todavía relata su odisea de estos días con emoción. «Se te hiela la sangre, con 43 años que tengo, nunca pensé que viviría algo así. Esto no es un sueño, es una pesadilla», explica a Benavente Digital este benaventano mostrando todo su coraje apuntando a que «hay que seguir luchando«. Mientras habla, se corta varias veces la comunicación telefónica, por culpa de las conexiones que todavía son deficientes. Se oye sobrevolar un helicóptero, entre el ruido de maquinaria haciendo labores de retirada de vehículos.
A Jesús Criado le pilló en casa la fuerte y devastadora corriente de agua del Barranco del Poyo, ese cauce procedente de Chiva, Cheste, Picaña, Torrent, Paiporta, La Torre, Sedaví, Alfafar, Massanassa, Benetússer, atraviesa Catarroja y llega a Albal hasta desembocar en la Albufera. Una baja médica de su esposa hizo que la DANA les pillara en casa y no en Benavente a donde esta pareja acude habitualmente a la localidad natal de Jesús y donde residen sus padres.
Mientras Jesús estaba, por la tarde, en su casa de la avenida principal, la Rambleta, haciendo algo de ejercicio de rodillo con su bicicleta, ya que trabaja de mañana en el concesionario de vehículos de Hyundai, ahora desaparecido por la devastadora DANA, cuando eran sobre las siete de la tarde les llamó por teléfono una amiga alertando de que su casa se estaba inundando y si podía ir para la casa de Jesús. «Todo fue muy rápido, se oía como una fuerte cascada, un estruendo. Al asomarnos a la ventana vimos como todo estaba ya lleno de agua, el torrente arrastraba todo, coches y todo lo que pillaba a su paso con una fuerza desmedida«.
Cuando el reloj del móvil marcaba las 20:57 de ese fatídico martes 29 de octubre llegaba un mensaje de Alerta de Protección Civil: «Por las fuertes lluvias se recomienda permanezcan en sus casas. En viviendas y zonas próximas a ríos, cauces, barrancos o ramblas permanezcan alejados y en zonas elevadas. Estén atentos a futuros avisos de este canal y fuentes oficiales». Un sms en castellano y en valencià.
Desde entonces comenzaba una noche que iba a ser muy larga, sin energía eléctrica, sólo se oía el fuerte ruido de la corriente del agua y arrastre de vehículos. En poco tiempo el agua llegaba hasta el primer piso de esta casa, más de tres metros de nivel de agua. Eran las dos de la madrugada y parecía que el nivel de las aguas descendía y ya se apreciaba el lodazal que inundaba todo. Con los primeros rayos de sol del miércoles 30 de octubre las primeras imágenes que pudieron contemplar los ojos de Jesús fueron las propias de una película de terror, de una guerra, de una catástrofe sin igual. «Todo lo que vi fue desolador, los coches apilados, todo destruido, todo lleno de barro, una locura y seguíamos sin energía eléctrica que se pudo recuperar dos días después».
Actos de pillaje en los comercios
Entre este desolador panorama, comenzaron los actos de pillaje, ya que algunos invadieron las tiendas y comercios, no sólo supermercados, sino tiendas de electrodomésticos, de móviles, joyerías. Entre la desgracia, siempre surgen los profesionales de lo ajeno. Y no fue hasta la tarde de esa jornada del miércoles, a las 24 horas del torrente, cuando a las calles de Catarroja comenzaron a llegar los primeros efectivos de la UME, Bomberos, Policía. Todo era un caos que vino a superarse a partir de la jornada del jueves, sigue explicando este benaventano apuntando a que fueron los agricultores de la Albufera los primeros que acudieron a retirar con sus tractores los coches de las aceras para que el vecindario pudiera moverse y fue entonces cuando se comenzaba el reparto de alimentos y agua. Habían transcurrido ya 48 horas desde la fatídica jornada del martes 29 de octubre.
Durante estas jornadas las numerosas brigadas de voluntarios se suceden para limpiar de barro las calles, así como los efectivos de la UME y de las Fuerzas Armadas, bomberos, la policía, Protección Civil. Un numeroso contingente que se desenvuelve en una situación complicada. «Se tardará mucho en volver a la normalidad», advierte este benaventano apuntando a la ingente tarea de limpieza de locales comerciales de los que abunda Catarroja, incluso muchas viviendas en las plantas bajas de edificios. «Todo está arrasado, hay que andar con mascarillas, porque ya huele todo, esto puede derivar en un problema de salud pública», resalta.
Jesús Criado, sin embargo, mantiene viva la esperanza, a pesar de las numerosas desgracias con más de 25 fallecimientos y desaparecidos en esta localidad, y comprueba que poco a poco la gente, a pesar de todo lo vivido, el vecindario se siente animado, de seguir adelante. Jesús sólo ha perdido el coche que acababa de comprar hace un mes. «Estamos vivos y con ganas de seguir adelante«, explica con emoción Jesús, este benaventano en Catarroja.
A la hora de esta redacción son ya 217 los fallecidos desde que estalló la DANA, la enorme mayoría en la Comunidad Valenciana, más de 25 en Catarroja, pero también en Castilla-La Mancha y Andalucía.