«Desde los maravedíes de Carlos III y reales de Fernando VII no había ocurrido algo igual» en Santibáñez de Vidriales

La localidad contaba hace 200 años con tres tabernas abiertas de sol a sol

La que fuera pujante villa del Valle de Vidriales, la llamada entonces capital del Valle, a Santibáñez de Vidriales, le viene sucediendo lo mismo que al resto de localidades de la zona. Más aún, por extensión, del ámbito rural. La despoblación y el envejecimiento de sus habitantes se ceba con los pueblos en un marcaje como el descenso de una plomada.

Una circunstancia que se percibe a diario entre sus residentes, en los comercios y en los bares. Precisamente estos templos del ocio, de encuentros y vivencias, y de los que Santibáñez de Vidriales llegó a presumir con una generosa relación que sirvieron de potente imán a gentes de los territorios de la provincia y de las vecinas, sirven en la actualidad de objeto de debate al tener las puertas cerradas en las tardes de cada jueves. La coincidencia en este mes de enero de cierre vacacional de uno de los locales hosteleros o el descanso del personal del segundo provoca que las persianas permanezcan cerradas para sus habitantes y foráneos. Sólo permanece abierto en este mes un establecimiento hostelero durante la semana, uno más durante los fines de semana y festivos. Esto es lo que ha dado de sí la que fuera pujante y envidiada villa vidrialesa.

Y es que «desde los maravedíes de Carlos III y los reales de Fernando VII, no había ocurrido algo igual», como advierte un vecino de Santibáñez de Vidriales y, al parecer, así lo corrobora la historia. Un hecho sin precedentes que la localidad, al menos desde hace 200 años, no cuente con algún bar abierto a sus vecinos. Eso, claro está, en las tardes de los jueves y durante este mes de enero.

Si nos remontamos en la historia a sólo 200 años, los documentos refieren que en el 1820 Santibáñez de Vidriales, que entonces estaba constituido por dos barrios, el Barrio de Arriba y el Barrio de Abajo, separados entre si por tierras de labor, contaba con tres establecimientos hosteleros, tres tabernas cuyos propietarios pagaban religiosamente sus tributos en función del abultado cupo del local. Las tres tabernas se encontraban en el Barrio de Arriba, ya que era el que aglutinaba la vida social del pueblo. Una de ellas estaba regentada por Santos de Paz y por la que abonaba de contribución 82 reales, la otra por Francisco Ferreras con un tributo de 110 reales y la tercera a nombre de Francisco Lobo con 123 reales. Estas son las cuentas que reflejan los asientos de cada contribuyente en aquella época.

Tres tabernas abiertas de sol a sol en unos tiempos convulsos, medio siglo antes de que hasta Santibáñez de Vidriales llegasen gentes emprendedoras procedentes de otros territorios y logrando que la vox populi le concediese el título de villa y, más tarde, capital del Valle de Vidriales. Eran otros tiempos.

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