A medida que se acercaba la hora de la Cabalgata de Reyes, la amenaza de un aguacero era inevitable. Sin embargo, la ilusión de los más pequeños y la tradición del 5 de enero hicieron que, a pesar del clima, las calles se llenaran de familias ansiosas por vivir la magia de esta noche.
A las siete en punto, la lluvia comenzó a caer con fuerza, pero los Reyes Magos no se hicieron esperar. Desde sus carrozas, saludaban a los niños, que, bajo paraguas y abrigos, se asomaban para recibir los caramelos lanzados por sus majestades.
Las escuelas de baile, que habían preparado coreografías, se vieron obligadas a cancelar su participación debido al mal tiempo. Sin embargo, la cabalgata trató de no perder su colorido. Los zancudos y animadores de Kamaru Teatro, con vestimentas variopintas y muñecos de nieve gigantes, mantuvieron el ánimo y la energía del recorrido, mientras los niños no dejaban de recoger caramelos.
El recorrido se aceleró, y los Reyes Magos atajaron por la calle de las Cortes Leonesas hasta llegar rápidamente a la Plaza Mayor, donde muchos se resguardaban bajo los soportales. Afortunadamente, el cielo dio un respiro y la lluvia cesó, permitiendo que la celebración continuara con normalidad.
Ya en la Plaza Mayor, los Reyes, junto a la alcaldesa Beatriz Asensio, realizaron la adoración al Niño Jesús, antes de recibir la llave de la ciudad para poder entrar en todas las casas esa noche y dejar los regalos.
Tras un emotivo discurso, cada Rey se acomodó en su trono para recibir a los niños, quienes, emocionados, contaban sus deseos: desde el esperado iPhone y PlayStation, hasta telescopios, microscopios, muñecas, e incluso una niña que pidió un novio para su hermana. Los Reyes, con una sonrisa, atendieron a todos, lanzando caramelos y dejando tras de sí un rastro de magia que iluminó la noche.
Así, entre risas, peticiones y la magia de la noche, la Cabalgata de Reyes de Benavente dejó en cada niño un buen recuerdo de la noche más esperada del año.